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El día que apagué mi último cigarro

31 de Mayo Día Mundial sin Tabaco

31 de mayo de 1985 a 31 de mayo de 2025


Mi nombre es Isaac y quiero compartir una breve historia sobre lo que significa para mí el 31 de mayo, “Día Mundial sin Tabaco”.


En febrero de 1985, mi madre, de 56 años, ya tenía muy deteriorada su salud por el enfisema que padecía. Pasaba tantos días en terapia media o intensiva en el Hospital ABC como en casa, donde tenía un cuarto de hospital montado justo frente a mi habitación.


Aprendí a escucharla respirar… y a no poder hacerlo. Desde ahí, tomaba en segundos decisiones críticas: ¿llamaba al médico o a la ambulancia? Ese era el día a día.


Durante años, ella fue consciente de que fumar la estaba matando. Sin embargo, no podía dejarlo. Incluso estando hospitalizada, me pedía —o más bien exigía— que le llevara sus cigarros, con el riesgo que eso implicaba por el oxígeno, o de lo contrario, que no fuera a verla. Y yo accedía… solo quería estar con ella, acompañarla mientras se apagaba lentamente. Las entradas al hospital eran cada vez más urgentes y más frecuentes.


A principios de mayo de ese año, su deterioro fue aún más evidente. Una noche, su médico especialista la revisó y fue claro: no había marcha atrás. Recomendó no volver a intubarla, solo cubrir sus necesidades básicas y evitarle sufrimiento. Ya no quedaban pulmones que pudieran soportar el retiro de un tubo. Hablamos con mi madre y, en paz, ella aceptó.

El hospital fue informado: no queríamos más medidas heroicas. Solo un cuarto normal y cuidados paliativos. Pero algo falló.


Un médico de guardia, quizá sin la información adecuada, nos preguntó si deseábamos intubarla o dejarla morir en minutos. Ante el pánico y la confusión, tomamos la peor decisión, aun con las instrucciones del médico tratante: la intubaron. La llenaron de tubos. Supimos entonces que mi madre viviría sus últimos días justo como no quería: conectada, sedada, lejos de su familia. Solo podíamos verla un par de veces al día, por breves momentos.


Poco a poco, mi madre fue perdiendo la batalla. Un domingo por la tarde, mientras estábamos acompañados por demasiada gente en la sala de espera —todos con la mejor intención—, yo observaba en silencio una escena surreal: mientras mi madre moría lentamente por el enfisema provocado por el cigarro, todos en esa sala —yo incluido— fumábamos para calmar la tristeza y los nervios.


En ese instante tomé la decisión más sencilla de mi vida: apagar el cigarro. No se lo dije a nadie. No hice anuncios. Simplemente no miré atrás.


Durante unas semanas seguí cargando la cajetilla para evitar preguntas. No los tocaba. Poco tiempo después, quien sería mi esposa tres meses más tarde, empezó a sospechar. Solo le decía que tenía la garganta muy irritada. Una semana después, era evidente. Le confesé que había dejado de fumar.


El 31 de mayo de 1985, mi madre descansó. Años después, esa fecha sería reconocida como el “Día Mundial sin Tabaco”. Una coincidencia… si es que las coincidencias existen.

Hoy, 40 años después, no he vuelto a fumar. Ni una sola vez. No por esfuerzo, sino por convicción. Estoy convencido de hacer lo posible para no morir como mi madre: sufriendo, sin poder respirar, por algo que en gran parte pudo haberse evitado.


No pretendo ser ejemplo de nada. Cada quien tiene sus batallas. Solo quiero decir que cuando una decisión se toma con certeza absoluta, el resultado es más sencillo de lo que parece. Desde el primer minuto supe que no volvería a fumar. Lo hice por mí… pero también por amor y en honor a mi madre.


Isaac

Día mundial de la nutrición
28 de Mayo