¿Dónde está la felicidad? Pregunté y la respuesta no se demoró: “Si pudiera darte una receta diría que en el entusiasmo”.
Esto me lo contestó una persona de 80 años. Pero llegar a ese nivel de comprensión significa una construcción alrededor del optimismo. Significa disciplina para dominar nuestros propios pensamientos, sensaciones, sentimientos.
A medida que el tiempo camina, estamos acostumbrados a cierta regresión: el miedo, tal vez, por el paso del tiempo nos equipara con niños: necesitamos de los otros para reafirmarnos. Quién somos, qué pensamos, por qué, incluso qué queremos. Estamos plagados de hijos que nos controlan qué comemos, cuándo salimos y a dónde.
Sabemos que eso es amor. Pero olvidamos qué eso se sucede porque nosotros perdemos auto dominio de porque básicamente perdemos seguridad de quiénes somos.
El auto-dominio de nuestros propios pensamientos y deseos implica un acto de fe: implica creer en nosotros hasta el final y abrazarnos a nuestro “berretín” de vida sea la edad que sea.
Implica querer abrazarnos a la pasión por vivir y por vivir más y mejores experiencias olvidando el número que marca la edad, y viviendo como si todos los días fueran el primer día. Así debiera ser desde el principio, pero es que hoy, nos permitimos pensarlo en los +50.
El entusiasmo nos deja llegar lejos. El entusiasmo es un acto de fe. La fe es un ancla en el aquí y ahora que no tiene edad, ni fechas. La fe es confianza en nosotros como seres humanos y que nuestra presencia en este plano aún tiene un motivo. Y ese motivo es el que tenemos que honrar.
No, fácil no es. ¿Qué es fácil? No es fácil seguir en este mundo de hoy cuando sos joven, no es fácil seguir en este mundo de hoy cuando sos parte de la segunda mitad. Lo que quiero mostrar es que en nuestras propias cabezas hay una frontera que borrar: la edad no nos hace distintos a cualquier otra persona. A lo largo de la vida, siempre todo, dependió de nosotros y de nuestro propio entusiasmo por seguir y hacer.
Y es que ahora las cosas siguen igual. ¿Cansa? Si, cansa. Siempre cansó. Solo que ahora y por momentos, nos habilitamos la posibilidad de tirar la toalla, cada tanto. Y ahí, justo ahí es donde se cuela la disciplina, la constancia y el amor propio.
No lo estás haciendo por el otro, lo haces por vos. Y vos y tus días valen.
No te olvides.
Un abrazo de domingo,
Diego Bernardini.
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